Podría haber un problema muy grave de contaminación de la tierra y del agua
En lo que va del siglo han tratado de convencernos de que los autos eléctricos son la solución a la contaminación causada por los vehículos de combustión interna (los de gasolina, esencialmente), gracias a que sus baterías se cargan usando electricidad proveniente de fuentes renovables de energía. Se calcula que antes de que termine la década al menos 145 millones de autos eléctricos circularán por las carreteras de todo el mundo impulsados por igual número de baterías.
Pero no todos están convencidos de sus bondades, porque no se nos ha informado que sus beneficios ecológicos… desaparecerán al final de la vida útil de sus baterías. Muchos investigadores, preocupados por la contaminación ambiental, se preguntan: ¿qué va a pasar con estas baterías cuando dejen de ser útiles?
“Es muy atractiva la idea de que un vehículo eléctrico no contamina con gases de efecto invernadero, porque ya no consume combustibles fósiles. Sin embargo, si no contamos con los procesos para reciclar sus baterías al final de su vida útil, tendremos un problema muy grave de contaminación de la tierra y de aguas superficiales y subterráneas”, alerta Heberto Ferreira Medina, del Instituto de Investigaciones en Ecosistemas y Sustentabilidad de la UNAM, campus Morelia. “Es importante contar con lugares adonde llevar a reciclar las baterías para que no se pierda el concepto inicial de que un vehículo eléctrico no contamina”, agrega.
La batería de un automóvil eléctrico, de los que se distribuyen en México, tiene una vida de entre cuatro y cinco años –explica–, tiempo después del cual deben ser sustituidas porque pierden o ven disminuida su capacidad de carga y potencia.
Alberto Beltrán Morales, del Instituto de Investigaciones en Materiales, también en el campus Morelia, comenta que los autos eléctricos pueden ser una opción en términos de movilidad para reducir las emisiones de carbono, pero advierte:
“No tenemos la imagen completa porque no vemos sus efectos en la minería. Algunas investigaciones han encontrado un incremento de hasta seis veces en la demanda de los metales indispensables para las baterías, como cobalto y níquel. Adicionalmente, el reciclaje de dichos metales es muy complejo, es como buscar una aguja en un pajar.”
«Muchas personas aún no son conscientes del problema que representa la basura electrónica ni tienen idea de adonde llevar los aparatos eléctricos y electrónicos que ya no utilizan”
El ejemplo de los teléfonos móviles
Desde hace muchos años tenemos un problema en México con los teléfonos celulares porque cuando dejamos de usarlos muy pocos llegan a algún depósito para basura electrónica, donde creemos que los reciclarán. Esto no ocurre, porque desensamblar esos equipos es muy costoso. La mayor parte termina en basureros sin medidas de protección o aislamiento.
“Lo mismo pasa con las baterías de los vehículos eléctricos porque es muy complicado desensamblarlas y tratar de reciclar la mayor parte de sus componentes”, afirma Ferreira Medina.
“Reciclar estas baterías no es sencillo ni económico porque involucra procesos complejos y prolongados”, señala Beltrán Morales. “Además, en el reciclado se necesita bastante energía para limpiar y desarmar las baterías”.
Un problema adicional que presentan estas baterías es que sus celdas están unidas por pegamentos tan resistentes que es difícil desarmarlas, lo cual se ha convertido en un obstáculo económico, porque para sus fabricantes actualmente es más barato adquirir metales recién sacados de las minas que emplear materiales reciclados.
Aunque el problema de las baterías de los vehículos eléctricos aún no es grave, muy pronto podría serlo por el número limitado de ciclos de carga y descarga que normalmente soportan. “No se nos olvide que cualquier batería tiene un número limitado de ciclos de carga y descarga”, precisa el investigador.
Por primera vez en México estamos a tiempo de enfrentar un problema que puede convertirse en algo más grave. Las ventas reportadas de vehículos eléctricos en el país son bajas, comparadas con las de otras naciones, dice Beltrán Morales. “Por esto podemos reflexionar qué pasará cuando tengamos que sustituirlas por otras nuevas”.
El investigador destaca que el gobierno debe impulsar políticas que fomenten desde ahora la industria del reciclaje porque en la mayor parte de los autos eléctricos el reemplazo de las baterías no es trivial. “La batería viene integrada al chasis del vehículo, y desmontarla es muy complicado. En Europa ya hay algunos esfuerzos y presiones a los fabricantes para que el módulo de baterías se desmonte e intercambie fácilmente”.
“Se requieren políticas públicas con las que tanto el consumidor, el proveedor, como los centros de reciclado, se puedan regular”, asegura Ferreira Medina. “En una investigación de la iniciativa StEP sobre basura electrónica en el ámbito mundial, se encontró que en México sólo hay una norma oficial mexicana, la NOM-161-SEMARNAT-2011, actualizada en 2013, que menciona lo que debemos reciclar y las sanciones por dejar de hacerlo o contaminar. El problema de esta norma es que nadie la respeta, ni los mismos basureros, porque no hay penalizaciones”.
Debemos estar conscientes de que un auto eléctrico es un nuevo dispositivo que quizá no sea tan verde como nos lo pintan, reflexiona Beltrán Morales, pero esto dependerá de las acciones que tomemos como sociedad y que nuestro gobierno tiene que implementar.
Falta divulgación y conciencia
“Todavía tenemos bastante qué hacer en divulgación y difusión porque muchas personas aún no son conscientes del problema que representa la basura electrónica ni tienen idea de adonde llevar los aparatos eléctricos y electrónicos que ya no utilizan”, expresa Heberto Ferreira. “A pesar de que es un problema que se ha venido divulgando desde el año 2000 todavía seguimos contaminando con desechos electrónicos”.
De las aproximadamente 1.2 millones de toneladas de basura electrónica que se producirán en México en 2021 (de acuerdo con cálculos de la iniciativa StEP), no sabemos cuántas estamos reciclando, y, sobre todo, cuántas baterías terminarán en la basura si no logramos al menos hacer visible el problema.
Beltrán Morales opina que a la sociedad “le toca informarse, y ahí es donde entra nuestra labor como científicos: sacar la investigación del laboratorio y llevarla de una forma digerible a la sociedad”.
Ahora bien, qué ocurrirá cuando tengamos centros de acopio para reciclar, quién será el encargado de separar, de extraer los metales pesados de las baterías de los vehículos eléctricos, o lograr que eso pueda ser reusable, y los desechos que se generen sean dispuestos en forma responsable en centros de acopio. Este es otro gran problema.
“Definitivamente el gobierno deberá implementar regulaciones y acercarse a la academia, a los especialistas, pero también fomentar cadenas de valor relacionadas con la industria del reciclaje”, sostiene Alberto Beltrán. “Nos guste o no, los vehículos eléctricos ya están aquí, y estamos a buen tiempo de regularlos, de empezar a preocuparnos por fomentar estas cadenas de valor de la industria del reciclaje relacionada con los autos eléctricos”.
Si alguien está acostumbrado a cambiar su auto cada 10 años, entonces tendrá que cambiar el banco de baterías dos o tres veces para tenerlo en buenas condiciones. Antes de que ese coche termine como chatarra habrá utilizado más baterías que será necesario reciclar.
Reciclar, un proceso contaminante
Durante el reciclaje hay un riesgo por absorción de metales pesados; y si se incineran, por ejemplo, para sacar el cobre que contienen algunas baterías, al respirar el humo producto de la incineración causará daño a la salud.
Ciertos metales reaccionan al contacto con el aire, y aunque las baterías vienen selladas herméticamente, al abrirlas se produce una serie de reacciones que podrían dañar a la persona que la está manipulando si no usa el equipo adecuado.
“Debemos considerar que los autos eléctricos no son la panacea que nos va a librar de los problemas de emisiones de carbono a la atmósfera, y recordemos que la energía más limpia es la que no se usa y que en todo lo que compramos hay energía involucrada. Tenemos que estar conscientes de eso”, concluye Alberto Beltrán.
El experto del departamento de Ciencias Ambientales precisó que a partir de las restricciones por la pandemia disminuyó la circulación de vehículos y sus emisiones, al igual que pasó con las industrias y sus gases contaminantes.
“Lo curioso es que esas pocas emisiones, en términos de química, junto con los compuestos orgánicos, produjeron las mismas cantidades de ozono. La química atmosférica es compleja y al final de cuentas se desencadenaron reacciones que llevaron a la generación de casi la misma cantidad de ozono que el año pasado y el antepasado”, comentó el especialista en el estudio de los aerosoles atmosféricos.
Concentraciones elevadas
Peralta Rosales detalló que en 2020 se hizo un estudio que evidenció la reducción de las emisiones contaminantes de vehículos e industrias y, pese a esto, se mantuvieron las contingencias ambientales. Aunque en lo que va de 2021 no se han registrado tantas contingencias, sí se han producido concentraciones de contaminantes elevadas.
¿De dónde provienen esos compuestos orgánicos? De los limpiadores de pisos y objetos, geles que contienen alcohol que hoy en día se usan en altos volúmenes, los cuales son volátiles y por lo tanto van al aire donde reaccionan con compuestos como los óxidos de nitrógeno, con ayuda de la luz solar, y acaban formando ozono en la ciudad, finalizó.